diciembre 11, 2009

Girasol-calavera


Danza la calavera en torno tuyo
mientras besas tus huesos
en la ceremonia del olvido de la sal.

Y es que somos un mero hombre ingenuo
que se encoge en su culpa de serlo,
de no ser más que una cáscara vacía de nuez,
un juguete de la percepción que se va quedando
enjaulado en una casa sin puertas,
una puerta sin cerradura,
bisagra clausurada.

Encerrada mi calavera entre mis manos,
sin ser soy lo que sostiene la clausura,
la mano que dibuja sin parar un girasol
seco y desnudo
tropezándose en la noche estéril.
Somos
todo esto que debe ser olvidado,
la casa que debe ser derrumbada,
el fuego fúnebre que se debe encender
sin manos ni cerillo,
sin deudo ni penitente;
solo,
como el huérfano que cae
porque se debe parar.

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