La gota de humo que en las cenizas cae
no despide el incienso que debiera
saldar la desconocida culpa,
el inconsciente sello que dio comienzo al festival.
La humareda cae y se desvela
en la incógnita de su misterio:
¿qué culpa me trajo hasta acá?
¿cuál de todos mis muertos debo enmendar?
La capilla ya ha sido incendiada
en la cera de sus velas,
esa puerta ya se cerró.
Sin embargo el negro humo de mi calcinación
se ha quedado quieto,
rodeando mi casa.
Seco,
en una cripta de humo y espinas,
la ceniza se esmera en volverse barro
otra vez.