julio 02, 2006

Affaire

A zarpazos me lleva hacia la puerta,
nada más cruzar
y al entrar me desnuda
para darme placer.
Lo recibo.
El placer que me da con sus lacerantes manos surcando el pecho y los besos
es sólo suyo.
Me siembra de escupos los surcos,
fecunda su lengua en mis llagas y gime,
sombríos suspiros retumban el nicho en que me humilla;
me arroja su odio humoroso, increpando irrepetibles bramidos y cae.

Con ambas manos como un nido
coge la planta de mis pies en flor y los besa
con el filo sus dientes hasta la sangre
—hasta los pies fue mi sangre un río una vez—dijo

Sube un peldaño en mi pecho a contemplarse victoriosa en el cadáver del dolor,
y liberando en denso aliento los torniquetes de su gravedad,
levitó.

Suspensa
a centímetros de mí,
encumbrándose entre la solidez del techo
se fue alejando hasta caer, lejos
de la habitación de su cuerpo,
sobre mí.