noviembre 03, 2004

No se dice, se mal-dice


Es que simplemente yo
no siento con palabras,
ese es el asunto,

es el pensamiento endemoniado
que se escabulle de razón y toda lógica
luego de besarle las bocas;

esconderse en las palabras-signos-números
es huir                       del indecible;

es la visión de las palabras
es ver
            cómo se deslizan en su imagen
            intentando romper los márgenes del dibujo y salir,
saltar fuera de sí y presenciar, a c o g e r s e

oculta en voces que no dicen si no hablan,
formando y avalando un mundo incapaz de contenerse,
obrando un relato fragmentado en lo real
y delirante de autosuficiencia…

            el hombre
                        es un concepto incapaz de revertirse

Besarle las bocas a la razón y
            gracias, pero no;
yo amo la indecibilidad de ser
            contenedor y contenido y contener
esta a-conceptualización inexpresable sin embargo presente;

tan presente y perceptible como piel y sudor y
viento y calor y frío, oscuridad y luz,
pero inasible
inmedible
impredecible
incontrolable

es que simplemente
            se intenta traducir
para traer a presencia los amores y desvaríos
que el dibujo arbitrario de la forma me ha confiado:
lo que el nombre no puede contener,
la no-palabra,
el juego inverbal de ser
            y no tener más excusa que este intento de traducción
para presentar explicaciones a quien las pida,
            aunque esto                                                 no diga realmente lo que dice.

septiembre 19, 2004

del Libro de reclamos


¿Qué?
¿Soy un mal amante acaso?

Ya no me honras con tus esporádicas visitas y, en cambio, me humillas,
me encelas con tus paseos a la luz del día,
en bibliotecas y bares y,
en todo lugar donde cuelgan ideas
—huellas de tus memorias—
y retazos de tu padre, puta huérfana;
por eso te amo tanto y te busco te procuro,
pero no te quiero ver sólo en autores erectos a tus dádivas y humedades.

No tengo, amada golfa,
el diezmo, tu tributo de metales y rosas de cultivo.
Pero amo la tierra de que brota este atribulado, deseoso pretendiente.

Y ¡tú!, coqueta ramera inalcanzable,
no me dignas siquiera a vivir, por un instante,
tu hermosura y regocijo,
tus humedades etéreas y palpitantes,
tu espectáculo de vibraciones y luces y
tu eternidad y omnisciencia;
dame, oh! amada poesía, por instantes la divinidad la pureza de tus dádivas,
tus temores y defectos;
confiésame, asombrosa guarra,
tus inquietudes y certezas,
tus desamores, idilios y promesas,
tus errores tus aciertos,
tus alegrías y tus llantos,
¡y tus virtudes! Hay!, tus virtudes:
son aquellas tantas como las vidas todas,
como las curvas del eterno espiral siempre ascendente.
Sin embargo, te invito cada noche
a salir a soñar conmigo y pasear
de tus cielos oníricos a mis infiernos del tiempo-espacio,
a ayunar conmigo hasta el café y cigarro,
y transitar los pasos de un día impreciso y espontáneo,
sin más rutina que contemplar la obra de tu padre, huérfana mía,
tan colosal y perfecta,
incluso por el hombre, ese iluso-inconsciente motor de la entropía,
eslabón perdido en las fórmulas de ese alquimista transmutado,
que es tu padre y en paz descansa;
soy su más pobre admirador.

Por eso sólo poseo mis manos
para arrancar alguna flor del jardín de un desconocido,
poseo mis sentidos
bastante ensangrentados ya por cortar rosas al paso;
el resto, es sólo un contenedor de deseos incumplidos y añoranzas y paciencia,
tribulaciones y memorias y nadismos que el verbo no puede nombrar.

No tengo más que esto que no tiene nombre.

Y tú me arrojas y me olvidas,
y a veces te acuerdas y a veces me visitas caprichosa a besarme,
pero nada. De tus humedades, nada.
Y ahí me dejas, puta antojadiza,
con el respiro de vida a boca de pulmón; y te vas,
a pasear de la mano con el cliente de turno.
¡Guarra perpetua!
Yo sólo te pido nadar en tus humedades,
ser el depósito de tus humores, de tu éter.
Mientras, me tienes con charcos como botones de muestra,
con versos sueltos como citas inconclusas,
gritos y murmullos como impuntualidades;
me tienes en el fondo de tu agenda interminable...

¿Cuándo, carajo, cuándo
vendrás a ayunar conmigo?

junio 29, 2004



Todo Chile se viste así...