Poesía es liberación, redención. El sahumerio desnuda los componentes del alma; un sahumerio juega, errabundo, a desdibujar los límites de quien lo posee. Desdibuja en la medida que crea los trazos que llevan al ser.
El sahumerio lírico juega con su humareda a limpiar el hollín que corroe los pulmones de la city, plagados de señales, no de símbolos.
El poeta reconoce los símbolos de su entorno a medida que se queman y el sahumerio redentor le guía hacia el sursimbolismo.