abril 27, 2009

Fábula de la nuez y la manzana

A veces los extraño,
como hombre simple que soy o creo ser.

Extraño su constante asombro y curiosidad,
tan distinta, tan fugaz y frecuente, tan distinta,
de la mascarada que ya los niños juegan
en este pueblo.

Qué del arte de caretas,
qué de las artesanales,
ni de intentos escolares de significación.
Un juego de máscara industrial
fustiga la mente de nuestros hijos
desde incluso antes del primer lustro;
Y lo aplaudimos desde el niño interior que
se hipnotiza también
en la fluctuación de los pixeles.

Sin embargo qué hacer
si ya estamos en el desquebrajamiento del sur
como en madura nuez hendida
en el patio del patrón.

Qué hacer
cuando crece consumista el niño frente a la tele
que es la ciencia que enseña
ininterrumpidamente
lo que dice pretende erradicar:
revienta la chapa, burla alarmas,
hasta esta edad soy inimputable,
escapa del Sename, abre la caja registradora,
construye tu arma hechiza, róbate un auto,
secuéstrate a ti mismo,
patea la coca con aspirina,
fúmate el concho de la botella de pisco,
apedrea a los pacos, rompe vitrinas,
quema neumáticos en la calle y sigue
durmiendo plácidamente
en tu mente el niño.

Algún día la manzana despertará
llena de mascadas, arrojada al suelo
tras la jaula de gusanos,
añorando el árbol del que se lanzó
en medio del sueño.

Qué hacer
cuando lo único que hacemos
es pagar eterna deuda por la vida,
beber del río negro
en el bautizo del dinero.