julio 23, 2009

Deduzco que hoy tus maldiciones

Deduzco que hoy tus maldiciones
te pesan en la frente como un péndulo
cuyo peso en la punta tiene un hoyo negro.

Desnúdate.
Ya estás vestida de tinieblas.
Tu cadáver cae a gotas
cuando el reflejo en mi revólver pestañea.
Repliégate
en el agujero de mi bala;
las esquirlas de tu salvación
escribiendo están en tu cráneo:
te devuelvo a tu caverna
a correr entre espinas del suicida que
te hacen puntería mientras huyes
al origen de tu calvario.
Hoy te devuelvo al infierno de tu cremación,
donde arde tu mostruosidad.
Lágrimas de fuego surcarán tu rostro
en el día sin sol de tu condena.
La negra sangre te será devuelta
con las tristes guirnaldas de tu odio y actitud,
pues la negritud de tu alma pende
con el lazo al cuello que tienes en la mano.
Tu conjuro te es aciago.



En el decrépito rostro sólo tienes sombra,
sombra,
la sombra de las maldiciones
que has hecho para mí.