diciembre 13, 2009

El fuego en la chacra

Una extensa chacra se quema en otoño,
desgranado el fruto, sin nada que objetar.
Las llamas deben alcanzarnos
como el arado restablece el vacío
con sus gotas de hierro fecundo.
El humus de mi carne está expuesto
al fruto por conocer
ahí donde cae la nuez,
donde el pehuén es pisoteado.

Cada flor es una voz recobrada
que cae con el granizo
maloliente a pesticida.
Neoplastia maligna que se extiende entre nosotros;
todos con los sentidos cauterizados,
orgullosos en la ilusión del ego,
temerosos de la obsolescencia,
quejumbrosos del devenir.
Pero todos somos cráteres
desconectados del magma y el respiro,
atónitos ante el enigma de la humareda gris;
habitando la neurosis ingenua
de la muchedumbre individual.

Somos el huérfano,
su padre,
su abuelo, todos
andando en la desgracia del origen,
tiranizados por el árbol familiar,
con un baúl de ruinas a cuestas,
reliquias sin cerradura ni bisagra.

Por lo tanto estamos
clausurados, enrejados y sedientos,
con la cabeza ahogada dentro de un zapato
que se debe descalzar
para que el fuego haga respirar
esa chacra que debemos quemar en nosotros.

1 comentario:

Cristián Basso Benelli dijo...

Un gran poema, César. Qué bien leer estos textos que siendo nuevos, muestran lo lírico de toda gran poesía. Seguiré atento a tus poemas...