marzo 04, 2009

Las esporas se deslumbran en el lago tenebroso de tu miseria,
las flores nocturnas se subordinan a tu paso marchito mientras el orfebre recicla tu corona
para alimentar al pueblo en tu banquete sacrificial. Es que este pueblo que me habita
está entumecido en el sudor de su cansancio. Pero siempre antes que eso te alaba, majestad, pues eres tú la llave que abre y vuelve a abrir
el recorrido de esta espiral,
cénit en el sentido del viaje. Porque en vendimia bebo tu savia, resplandor,
bebo en tu frente el sudor de la cosecha
que hoy sacrificas para reavivar la fé.

Sales por que el propio claro te invoca a salir,
porque las sombras se disipan al ojo abierto de la noche
y desenvaina el espíritu como una bola luminosa
que devela los pasajes, las entrañas de la ciudad del yo.

Sales a la fiesta del ser en tu nombre
por la voluntad del sacrificio,
por la libertad de tus dones.
Sales por que es la hora de la aurora
que refundará tu pueblo.

Todos los que queramos levantar la cabeza seremos crucificados.

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