marzo 18, 2009

Despropósito

Si no fuera por estas hojas
que se me secan en las costillas cuando respiro,
la sangre carbonizada de mis ojos
me dejaría ver tu esfuerzo de enredadera.
Pero las gotas que caen
de la caja del aire acondicionado
hasta mi frente
no hacen más que devolverme a mi deseo primero:
antes de la ciudad y el dinero
deseaba haber sido un río.

Ese lugar donde ocurre la vida prístina
no puede mudarse a la ciudad,
porque desmedidamente se convertiría
en el canal de sus excrecencias.

Deseo haber sido
un río salvaje, niño.
Tener la vida en la poesía
como el agua su reflejo en el cielo,
noches destellantes con susurro de caudal.
Pero tengo a cambio de mis deseos
el frágil péndulo de la vida
que se sube a una micro
para buscar un jefe que me acepte y me permita
seguir construyendo la ciudad de la que huyo.

1 comentario:

Richard Ramìrez Cofré dijo...

el deseo de ser algo en este mismo espacio y tiempo depende del entorno en que por primera vez abrimos los ojos , ver lo terrenal y material y darle ese significacdo espiritual es la tranquilidad del grito interior . que mejor que desear la nada y encontrarnos . que mejor que ser instinto y que cuando nos descubran ya sea demaciado tarde para que te detengan , que mejor que no desear y ser deseado por no desear nada y a nadie , que mejor que terminar este escrito y encontrarnos sin previo aviso , nos vemos donde menos esperamos.