noviembre 03, 2005

La niebla en el cuerpo


La niebla no se siente bien cuando se la palpa
junto a un incendio en el occipital derecho;

son las vicisitudes de tener el occipital dañado
que se posa descontento en el frontal y cabalga
como si el cosmos interno en mi sien
se confabulase infernalmente
contra cualquier intento de sinapsis antigravitacional,
lucha por brotar desde el tapón capilar en que se ha transformado
cada folículo piloso sobre mis orejas;

de suerte que el oído medio
no ha quedado desvalido ante la sagacidad brutal
de mi tubérculo craneal;

Tribulaciones no matan,
incitan al autodesvanecimiento,
a los paseos espectrales
que sólo permiten una mirada
al antipaisaje bajo mis pies.

Descalza la mente,
comienza la poda instantánea de los pavores,
aquellos recurrentes pavores que alejan al humano
de su antonomasia
e invocan el humo existencial que me incendia.

Hay que descalzar la mente de todo vicio adquirido
Aunque el costo sean los zapatos más cómodos que se ha tenido.

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