junio 25, 2009

Una vez más, otra vez

Una vez más,
quiero dejar de decir
este infausto pensamiento una vez más
cuando miro y me miro en lo otro.

Lamento.
Lamento.

La roja cuchara tiene el ritmo del que sabe que se muere
en su espejismo-laberinto
cuando detrás de los muros está el bosque prometido;
el velo de cristal apenas pende de los pocos hilos
de tus pestañas encumbrado.

La escasez de murallas nos hizo construirlas,
qué novedad,
nos convertimos en transeúntes enmascarados
de la ciudad de la nada,
rellenos de nada.

Por eso hay que vaciarla.
Otra vez la economía se está vaciando,
los partidos se están vaciando y,
para variar,
los keepers de la nada la siguen guardando
tras sus grandes bóvedas muros de concreto.
Somos peces en la city,
picando el anzuelo y perdiendo las agallas,
engañados por la poca nada por la que trabajamos.

Hay que vaciar esos muros,
rellenar la nada con sus entrañas,
derrumbarla con su nada.

Pero, ya, otra vez más,
nos vamos derrumbando yo
nunca he dejado de ver tan cerca esta gran caída,
que me cuesta creer que seremos perdonados
por entrar en estos muros,
por ser otro laberinto en el laberinto,
por no haber sido ciegos,
por no haber sido mudos.

Lamento,
la culpa de haber tenido cuerpo,
de haberme zambullido en mi piscina y
llenarla de cadáveres,
no de flores.

Lamento,
otra vez,
pensar en el tiempo cuando veo mi bosque,
verlo esperando y pensar que,
una vez más,
no llegaré a conocer el claro.

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