junio 05, 2009

Era un gran mirador en la oscuridad.

Pero ya no me queda mucho más
que este viejo puente en que contemplo
y no hago sino hincarme y poner frente en el suelo
(recuerdo que en fecha de inundación
bramaba hasta mi ventana
el río que lo golpeaba).
Sin embargo ya va corriendo poco agua,
no se ven los anaranjados peces
que yo trataba pescar
mientras miraba los andes,
los naranjos discutiendo con los paltos
sólo por divertir al auditorio de sauces.

El viejo potrero sigue allí,
ahora lleno de cerrojos y sin
la apertura prístina de mi prima vera.

No queda mucho más.
Menos ahora que a esta peca invisible del mapa
llega el Líder en esclavitud,
justo en ese caserón patrimonial
del que dejaron sólo el portón de su fachada.
Eso nos dan.
Una linda entrada
llena de árboles,
una plaza igual
a toda plaza colonial,
una alcaldesa enrubiecida, que
impone moda en su séquito de pastelazos.
Toda una gran farsa vestida de guirnalda,
como los árboles de su plaza central.
Pero si ni cartelera queda en el teatro;
trece personas caben en la sala de exposición;
la biblioteca sirve para bracear y hasta ahogarse
en la mar digital.
De suerte que la tierra
se hundió y llenó de barro
cuando un mall quisieron hacer.

Los campos se han ido repartiendo
de a poco en cajitas de fósforos
para gente que nunca podrá
chutar al arco en su propio patio,
cavar una noria detrás de la casa,
decir buenos días sin despertar al vecino.
Todos en la misma caja de cerillos, hacinados
en la noche familiar,
estufa y tele encendidas mientras
gotas se filtran lentamente de techo a suelo y
hace zapping el dedo inquieto que siempre
busca más canales en la señal abierta.

Las manos gélidas de Lizandro
que viene a pedir agua caliente y azúcar
pa su agüita de hierbas
la noche antes de dormirse en el hielo.
Aún así yo sigo viendo
el vapor de su tacho caminando en la noche.
Sigue paseando en la noche sus calles,
por los potreros fantasma y sauces,
chacras espectrales creciendo
en los dormitorios-cocina-baño
que las luces de naranja acunan
mientras duerme el viejo puente
en cuyo río aún
sueño navegar como si las aguas del viejo invierno
llevaran su ronquido a través de la ventana
de un niño que todavía sueña que es
el salmón y el río.

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